Tempus Fugit

Extremoduro hace ya tiempo que canta aquello de Para unos, la vida es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundos.

Parece mentira lo lentas que pasan las horas, rellenas de soporíferos minutos pétreos, pesados como un collar de ruedas de molino. Sin embargo ocurre la paradoja de que cuando estas se agrupan formando días y meses, aceleran como si Forrest Gump se decidiera a correr los Sanfermines. Las hojas del calendario caen una tras otra; parece que fue ayer cuando celebrábamos con champan y uvas y ya ha pasado una estación y vamos bien metidos en la segunda.

El tiempo es relativo y cambia de ritmo a su antojo. Pensaba tener Crónicas de los Reinos Olvidados finiquitado de cara al verano, pero otra vez me ha cogido el toro y me veo obligado a retrasar su lanzamiento al menos (y esperemos a lo más) hasta las navidades.

No tengo tiempo para nada, se me escurre entre los dedos igual que el agua; lo que me lleva a plantearme la propia futilidad del ser humano. Somos insignificantes hormigas que caminamos en fila india del “curro” a casa y de casa al “curro”, con cuidadito de no desviarnos de ese camino empedrado que tan bien define Robe.

Por más que nos pese y aunque intentemos auto convencernos con majaderías como “estoy en la flor de la vida” o ”los cuarenta son los nuevos treinta” los años pasan. De los veintitantos todavía me acuerdo, pero todo lo anterior a marcar el primer 2 en el casillero comienzo a ocultarlo con una fina nebulosa que tiende a convertirlo todo en leyenda…unos recuerdos colmados de “te acuerdas cuando”…y de “aquella vez que”…recuerdos de barra de bar y botellín de Mahou.

El camino empedrado nos lleva a salir de casa cada mañana pensando en agarrar un puñado de billetes, “medrar” como decía mi abuela, sin detenernos a pensar que quizás tengamos más de lo que necesitamos, y que pase lo que pase siempre será menos de lo que deseamos. “El trabajo enriquece”, eso decían los antiguos, aunque por desgracia creo que el germánico "Arbeit macht frei” (“El trabajo os hará libres”) erraba menos en su predicción…libres de echar en la zanja hasta la última gota y viajar al otro barrio como todos, con lo puesto.

Yo avanzo por la autopista de la vida, con la cruel certeza de haber dejado lo mejor atrás, un camino empedrado de sueños triviales, a los que ya no les doy ni la menor importancia…Mejor es optar por un caminar pausado, carente de preocupaciones. Centrarse en disfrutar del camino, que puede tener buenas vistas, una posada acogedora, buenos compañeros de viaje y más de una sorpresa agradable.

Yo acabo de caer de la burra, pero Robe ya me lo había cantado al oído mil y una veces:
“Yo, más humilde soy, y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente".

Sobre este blog

Blog personal del escritor Fernández del Páramo. Un espacio digital creado para dar a conocer su obra y compartir impresiones con sus lectores.