Buscando a Romeo.

Todos los escritores buscamos nuestro Romeo, no hablamos de que DiCaprio nos obsequie con una arrebatadora batida de pestañas, sino de dar con un personaje que, al igual que el primogénito de los Capuletos, trascienda a la obra de la que nace para colarse en el imaginario colectivo, convertirse en arquetipo y a la postre acabar por romper las cadenas que lo atan a la novela y caminar por su cuenta.

Se trata de conseguir una descripción tan absoluta de lo que el personaje significa y transmite, que a la postre éste absorba los adjetivos y pase al lenguaje convertido en término.

Para lograrlo hemos de definir con claridad meridiana a nuestro Capuleto y construir a su alrededor toda una novela. Crear un personaje complejo, lleno de matices y con múltiples dimensiones. Que comience definido en un puñado de palabras y evolucione al tiempo que lo hace la novela hasta desembocar en un clímax que lo haga inolvidable.
Hemos de conseguir dibujar en la mente de lector una imagen tan clara, expresiva y completa que por narices éste lo considere cercano, comprensible, casi suyo.

El reto es conseguir que el lector tenga tan claras las necesidades, las ambiciones, los aspectos recónditos del personaje que pueda identificarlo sin ni siquiera decir su nombre, que pueda imaginarlo en diferentes situaciones y anticipar su reacción. Si a zipi le crece la nariz frente al Don Pantunflo de turno, no hay que rememorar a Pinocho para saber que miente; si decide ejercer de Robin Hood, no hace falta anticipar que lo que roba a los ricos lo repartirá entre los pobres y si le cuesta dormir porque amparado en la tenebrosa noche se le acerca un conde de larga capa y colmillos afilados a ninguno se nos escapa que Dracula se le va a tirar a la yugular.

Muchos han buscado este Santo Grial y muy pocos han conseguido encontrarlo. Drácula, Robin Hood, Pinocho, Don Quijote, son tan pocos que puedes contarlos con los dedos de las manos.

Hay cosas difíciles, muy difíciles, casi imposibles y después está conseguir perfilar uno de estos personajes llamados a convertirse en mitos. De todas formas no hay nada imposible y mucho más difícil era tirar por los suelos el nombre del amante romántico más famosos de todos los tiempos y un maromo con cara de cacahuete se las ha arreglado para fregar con él el suelo de todas las pistas de baile regetoneras, solo aptas para primates involucionados, al ritmo de su “Propuesta Indecente”.
Hola, me llaman romeo, Es un placer conocerla…


0 comentarios:

Publicar un comentario

Sobre este blog

Blog personal del escritor Fernández del Páramo. Un espacio digital creado para dar a conocer su obra y compartir impresiones con sus lectores.