Bocaditos de realidad: Ambiciones y Reflexiones.

Me aburren soberanamente los remilgados que critican las obras antes de darles una oportunidad, gente de egos enormes, miras cortas y gafas de pasta que se arrancarían los ojos antes de leer una sola línea de Sven Hassel.
Yo leo por diversión y sí, soy fácil de engatusar con una trama sencilla y ejecutada sin alardes de premio Nobel. Está claro que si lo que tienes entre las manos es una obra de arte pues mejor que mejor, pero haber gozado de Hendrix y su interpretación magistral de "Purple Haze" en Woodstock 1969, no tiene porqué inhabilitarme para disfrutar, en su justa medida, de “El negro está rabioso” de Georgie Dann, o del “Amor narcótico” de Chichi Peralta.

Enciendo la televisión, cuatro intelectuales que acostumbran a polemizar sobre política dedicaban generosos minutos del primeshare televisivo al libro más vendido de las últimas navidades: “Ambiciones y reflexiones”.
Acomodan sus posaderas sobre cómodas sillas mientras el moderador, sin el menor pudor, azuza la jauría. La antigua tertuliana y novia de torero, metida ahora a escritora y futura presidenta del gobierno, Belén Esteban, los observa muda desde una gigantesca pantalla de plasma. El verlos destripar un libro de esa manera, con desprecio absoluto, me "tocó la moral". Si alguna vez consigo publicar “De Revelaciones y Engaños” espero no tener que tragarme un espectáculo semejante.

Un puñado de “jorobos” que no se pondrían de acuerdo ni en el color de sus propios calcetines, parecen no tener problema ninguno en manifestar su más completa concordancia en que el producto de la rubia hiperoperada es una mierda. –Todos merecemos una oportunidad -me dije en voz alta. Quizás de no haber estado allí sentado ni en mil vidas me hubiera interesado por el libro, pero tras presenciar su linchamiento televisivo decidí apostar por la escritora novel y darle una oportunidad.

Salí a la calle con la firme intención de hacerme con un ejemplar de tan cacareado libro, algo modosito, edición de bolsillo y tapa blanda, consciente de que tampoco estábamos frente a “Guerra y paz”.

Prefiero y recomiendo las librerías pequeñas, esas que huelen a polvo, a papel y en las que el librero, que conoce tus gustos, es capaz de adivinar lo que buscas con una sola mirada, pero en este caso consideré más razonable “ponerle los cuernos” a tirar por el suelo una reputación labrada durante años solicitando un ejemplar de tan baja alcurnia.

Monté en la línea 12. Baja desde las facultades, así que la mayoría de los que comparten viaje conmigo superan por poco la veintena. Casi todos parecen poseídos por sus smartphones, alguno dedica los minutos de desplazamiento a ojear apuntes manuscritos y un par de chicas alardean en voz alta de las artes amatorias de un semental que ambas parecen conocer. Al fondo un chico de mirada oculta por un flequillo demasiado largo como para llevar una vida normal, degustaba con delicadeza las páginas de un libro. Mi curiosidad innata me obligo a azuzar la vista. “El nombre de la rosa”. Respire hondo y me sentí bien, no todo está perdido. No era de Belén Esteban, pero me dio igual, un retazo de cultura en un mar de megabites.

En la gran superficie los libros aparecen alineados con pulcritud, unos junto a otros, huraños, sin amarse, sin compartir espacio, como si les diera asco tocarse. Expuestos como mercancía. El "Barrio Rojo" de los textos. Sólo necesité una rápida visual para encontrar el ejemplar que buscaba. Sobre la mesita de los bestsellers, junto a la entrada, en la zona de más tránsito. Está claro que los grandes apuestan por él.
Me hice con uno y seguro de mi compra enfilé el camino de la caja. Un libro que ha vendido millones de ejemplares algo bueno ha de tener, también las sagas de “Crepúsculo” y “50 Sombras de Grey” fueron criticadas a muerte y al fin y al cabo han dado hasta para película.
La cajera me preguntó si deseaba pagar con tarjeta. Negué con la cabeza, tampoco es plan de dejar huella. La chica me lo envuelve para regalo, así mantengo a salvo mi dignidad. Protegido por el papel cromado vuelvo a casa.
Conecto el tocadiscos, Led Zeppeling, caliento una taza de café y me repanchingo en el sofá. Esto es vida. Olisqueo el libro y el maravilloso aroma del papel y la cola me embriaga. No sería mal negocio que Hugo Boss nos sorprendiera con un perfume con olor a libro nuevo, o a coche nuevo…

Paso la primera página y avanzo hasta el prólogo, no está mal, nada mal, Boris Izaguirre hace un trabajo más que digno. –Malditos “gafapastas” –me digo a mi mismo con media sonrisa en la cara os he pillado con el carrito del helado.

Leo con ansia las primeras líneas, las primeras páginas con interés decreciente, llego al segundo capítulo con desidia y al siguiente con desesperación. Era una mierda.
Lo coloqué al fondo de la estantería junto con el primer ejemplar de la saga “Crepúsculo” y su homólogo de “50 Sombras de Grey”. Material para forrar sofás.

Moraleja: Las gafas gruesas no confieren a su portador el superpoder de distinguir turrón de mojón, pero tampoco está de más tenerlos en consideración. Cuando parece mierda y huele a mierda pocas veces te llevas una sorpresa y resulta ser Nocilla.

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Sobre este blog

Blog personal del escritor Fernández del Páramo. Un espacio digital creado para dar a conocer su obra y compartir impresiones con sus lectores.