Leed, leed malditos...

El primer consejo para todo aquel, que al igual que yo mismo, aspire a ganarse el sustento dándole arrumacos a la estilográfica es tan obvio que da hasta vergüenza ajena tener que apuntarlo: Leer, leer mucho.
Tranquilos, que el mito que relacionaba las gafas de culo de vaso con leer mucho no es más que eso, un mito. (El que indicaba el mismo castigo para quien se entregaba con demasiada frecuencia al onanismo también es falso, aunque no sé por qué me da, golosones, que la falsedad del segundo ya se ha demostrado empíricamente.

Volvamos de los Cerros de Úbeda y concentrémonos en el tema que nos atañe. No es de recibo pretender crear un producto que ni nosotros mismos consumimos. Trabajar diseñando motores en Maranello sin tener ni siquiera la intención de sacarse el permiso de conducir, es una empresa que si no imposible al menos a priori se me antoja difícil.
Así que, a no ser que seáis famosos de renombre, como Raúl González o Belén Esteban (ambos famosos por tener una prosa de una calidad “similarmente idéntica” a la de su verso), os recomiendo no os olvidéis de colocar junto a la pluma vuestras gafas de lectura. Ambas herramientas os serán igual de necesarias.

Como íbamos diciendo un escritor en potencia tiene que leer mucho, devorar libros. Como el monstruo de las galletas pero en versión “cultureta”. Si pensamos dedicar una hora diaria a la escritura no está de más dedicarle el doble a la lectura. No sólo por el disfrute del texto en sí mismo, sino porque ayuda a que nuestra prosa se haga más fluida, permitiéndonos visualizar nuevas construcciones gramaticales, y como no, añadiendo vocabulario a nuestro arsenal. Además no es raro que navegando entre los párrafos de otras obras encontremos inspiración para desenredar el nudo argumental en el que nuestra novela se había quedado atrapada, o darle esa pincelada final a un personaje que hasta entonces pecaba de descafeinado.

Stephen King, en su magnífica autobiografía “Mientras Escribo”, ya profundizaba en la necesidad de destinar gran parte del tiempo a la lectura. En su caso la necesidad se transformaba en obligación y ésta era llevada hasta un extremo que rozaba la adicción. El bueno de Stephen nos recomienda ampliar la sesión de lectura además de a los momentos medianamente lógicos para tal fin (como ese capitulillo previo de siesta, ese par de hojas que acompañan al bocata de chorizo de media tarde o el mítico ratejo plagado de bostezos de antes de dormir), a todos los ratos muertos de nuestro día a día (sala de espera del médico, paradas de autobús, atascos y un largo etcétera). Otra de sus recomendaciones eran los audiolibros (invento creado por el demonio para triturar tanto al libro como al librero, en el que alguien lee la novela en voz alta para que el vago de turno no gaste pupila).
Yo de momento no tengo ni el tiempo, ni la necesidad de llevar la recomendación a tal extremo, y con una o dos horas diarias de sana lectura me conformo.

En cuanto a con qué tipo de libro ilustrarnos, poco más o menos da lo mismo. Desde novelas de bolsillo de las que abarrotan las estanterías giratorias de las tiendas de aeropuerto, hasta los más sesudos textos aristotélicos. Todo lo que tenga calidad suficiente como para escapar del cruel destino de calzar sofás, tiene cabida en nuestro baúl.

Aunque para no faltar a la verdad habremos de reconocer que si a la cantidad le añadimos calidad mucho mejor. Para un novelista en ciernes se me ocurren unos cuantos libros de imprescindible lectura:" Misery", la trilogía de "El Señor de los Anillos", los entretenidísimos volúmenes de "Harry Potter", "La Orden" de Tim Willok, "Stalingrado" o "Berlín" del magnífico historiador Antony Beevor, "Soy Leyenda" de Richard Matheson , "El Nombre de la Rosa" de Eco. "En el Abismo" de Kellerman o "Gravity" de Gerritsen. Igual de buenos que los anteriores hay miles de ellos más, véase la saga de "Juego de Tronos" o los tres volúmenes de Patrick Rothfuss, cada uno tenemos nuestros preferidos y ninguno tiene que ser necesariamente peor que otro.

En mi caso suelo tener dos o tres libros empezados, procuro que sean de temáticas diferentes y suelo alternarlos en función de mi estado de ánimo o del lugar en el que me encuentre. Sapkowski y Kershaw son los dos apellidos que comparten en estos momentos espacio sobre mi mesita de noche.

2 comentarios:

SaraviaJ 19 de noviembre de 2014, 10:04  

Parece que ya funciona

Víctor Fernández 20 de noviembre de 2014, 1:56  

Sí, señor...gracias Saravia por ayudarme. Un saludo desde España.

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Sobre este blog

Blog personal del escritor Fernández del Páramo. Un espacio digital creado para dar a conocer su obra y compartir impresiones con sus lectores.